Tu piel brilla como la miel acariciada por la luna de verano,
destilas despacio un olor que embriaga mientras vas pasando,
me arrinconas con tu aliento que se cuela por mi entreabierto labio
mi corazón envía la sangre a mi rostro, justo cuando me estás mirando.

Mi sudor se desliza sin disimulo por las costillas y me estremezco
tu cuerpo está tan cerca que no sólo lo huelo, también lo siento
mi miras sin vergüenza desatando de mi interior el deseo,
y me vuelvo vulnerable al tenerte de frente, esperándome, al acecho.

Mi cuerpo se despoja de cada estorbo de cualquier textura
tus dedos se deslizan hasta el pliegue que parece hendidura,
ya no sé nada de mi, mi pecho esta preso de tu calentura
se me ha hinchado la hombría queriendo escapar de tu hermosura,

y no tengo a donde ir, el calor ya me hizo preso de esta tortura,
que es divina y a la que me abandono sin ninguna resistencia
desnudo ante el ataque de tus labios que saborean mi existencia
indefenso y estremecido por el placer, desprovistos de apariencias.

Me arrodillo ante ti, para agradecer con un beso largo la divinidad,
me atraganto de emoción al saberte vulnerable y en condiciones de igualdad,
me aprovecho de tu éxtasis y mi lengua prueba la sal de tu espalda
hasta el botón bendito que logra encenderte todas las alarmas.

No hay peligro aquí, sólo dos cuerpos unidos y dos almas que danzan.
Te abrazo por detrás y te susurro al oido, que estas para mi y nada me falta,
tu cuello me ofrece campo fértil para mi saliva y nada te salva,
eres así para mi, ya no hay vuelta atrás, ya no te me escapas.

Bailamos al compás del placer que es etéreo y se mueve
ya no nos queda aliento para demostrar lo que cada cual siente,
explotamos sin remedio en un grito ahogado por el sol naciente,
eres tu ya de mi, soy yo de ti... Ya nada nos detiene...