Saludos. Esta semana los amigos de @humanitas, en su acostumbrado espacio semanal de debates nos invitan a comentar sobre la pedagogía.
En su etimología la palabra pedagogía nos refiere a la conducción de los niños. En la Antigua Grecia se llamaban pedagogos a los esclavos que llevaban de la mano los niños a la escuela. Sin embargo, también se entendía la pedagogía con un sentido parecido al que le damos hoy día, el relacionado con la educación de los niños.
De toda esa discusión de los orígenes destaco una idea como la más importante, la que relaciona la pedagogía con la “formación”, lo que va mucho más allá de dar al niño herramientas como la lectura, la aritmética o la escritura. En esta idea la pedagogía tiene mucho que ver con preparar la persona para la vida, mediante un conocimiento global en el que juega un gran papel la formación del “espíritu del hombre”.
Quiso el azar que yo dedicara mi vida a la pedagogía. A los diecisiete años, ya graduado de bachiller, pasé con un amigo frente al Pedagógico de Caracas, estaban preinscribiendo para las pruebas de selección. Nos preinscribimos, presentamos la larga batería de exámenes y quedamos entre los seleccionados.
Una vez que comencé en el Pedagógico mi mundo cambió para siempre, pasé de ser un muchacho díscolo e ignorante a ser una persona con los criterios suficientes para tomar mis propias decisiones, aprendí a valorar y usar las herramientas de la razón para emitir juicios críticos sobre la realidad.
Por aquellos años, comienzos de los setenta, el Pedagógico vivía su época de oro, los mejores profesores de Venezuela, Latinoamérica y España, estaban en sus aulas. Eran hombres y mujeres sobresalientes, con un profundo amor por su profesión y con una profunda convicción de que nos estaban preparando para transformar la sociedad venezolana. Era un tiempo donde menos del treinta por ciento de los profesores de bachillerato tenían título universitario.
En todas las discusiones nuestros Maestros insistían en que nosotros no éramos simple dadores de clases, que nuestra labor iba mucho más allá de eso. Nos correspondía la delicada tarea de ser ejemplos, para que los más jóvenes aprendieran una ética de la vida y comprendieran que tenían un papel que cumplir en la sociedad. Nuestra principal tarea entonces, era consolidar los valores para que aquellos muchachos que estaban en nuestras aulas fueran personas de bien y, lo más importante, que fueran espíritus libres capaces de tomar sus propias decisiones.
Durante cuarenta y cinco años que ejercí mi magisterio en liceos y universidades siempre tuve muy pendiente aquellas enseñanzas de mis Maestros, y traté de poner mi granito de arena para contribuir a formar personas con los criterios necesarios para actuar libremente en la vida.
Pero la pedagogía tiene la misma limitación que la crianza. Una generación adulta prepara a la nueva generación para un mundo que cambia. Esto ha sido un problema en todos los tiempos, sin embargo en las épocas en que los cambios sociales eran más lentos su impacto se sentía menos. Pero en la actualidad los cambios se suceden con una rapidez inusitada y es inevitable que los maestros nos quedemos rezagados. Surge entonces la gran pregunta: ¿En cuáles conocimientos preparar para un mundo en constante transformación…?
Indudablemente que hay cuestiones básicas, todo niño debe saber leer, escribir y aplicar las reglas de la matemática. Pero en nuestro tiempo además de esos conocimientos tradicionales se han incorporado otros saberes que también son fundamentales. Ahora la escuela debe contribuir más decisivamente a la educación emocional de las personas, no solo de los niños sino también de sus padres. Además, la complejidad de la vida social hace imprescindible la formación de valores, como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad, la aceptación de las diferencias.
Son muchas las cosas que la escuela no puede abarcar, por eso es importante estar claro en lo prioritario. La nueva pedagogía debe cultivar en los niños el ansia de investigación, estimular la curiosidad y darles las herramientas para que puedan avanzar por ellos mismos en los amplios caminos del conocimiento.
En un mundo de hiperinformación es necesario tener algunas herramientas que permitan diferenciar lo relevante de lo intrascendente y la escuela puede aportar mucho en ese aspecto.
Sin embargo, a pesar del paso del tiempo y de los cambios vertiginosos, hay cuestiones dichas desde la antigüedad y que nunca pasan de moda. Una de ellas es que la pedagogía tenga por Norte la formación de personas de bien y espíritus libres, críticos y capaces de tomar sus propias decisiones. La idea de libertad debe ser un componente transversal en todos los currículos escolares. El ser humano siempre debe tener la capacidad de fijar posición ante las arremetidas del poder.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. This week the friends of @humanitas in their usual weekly space of debates invite us to comment on pedagogy.
In its etymology, the word pedagogy refers to the guidance of children. In Ancient Greece the slaves who led children to school by the hand were called pedagogues. However, pedagogy was also understood in a sense similar to the one we give it today, related to the education of children.
From all this discussion of the origins, I highlight one idea as the most important, the one that relates pedagogy to "training", which goes far beyond giving the child tools such as reading, arithmetic or writing. In this idea, pedagogy has much to do with preparing the person for life, through a global knowledge in which the formation of the "spirit of man" plays a great role.
As chance would have it, I dedicated my life to pedagogy. At the age of seventeen, already graduated from high school, I passed with a friend in front of the Pedagogical of Caracas, they were pre-registering for the selection tests. We pre-registered, took the long battery of exams and were among those selected.
Once I started at the Pedagogical my world changed forever, I went from being a wayward and ignorant boy to being a person with sufficient criteria to make my own decisions, I learned to value and use the tools of reason to make critical judgments about reality.
In those years, at the beginning of the seventies, the Pedagogical School was living its golden age, the best teachers in Venezuela, Latin America and Spain were in its classrooms. They were outstanding men and women, with a deep love for their profession and a profound conviction that they were preparing us to transform Venezuelan society. It was a time when less than thirty percent of high school teachers had a university degree.
In all the discussions our teachers insisted that we were not simply lecturers, that our work went far beyond that. We had the delicate task of being examples, so that the younger ones would learn an ethic of life and understand that they had a role to play in society. Our main task, then, was to consolidate values so that the children in our classrooms would be good people and, most importantly, that they would be free spirits capable of making their own decisions.
During the forty-five years that I taught in high schools and universities, I always kept a close eye on the teachings of my Maestros, and I tried to do my bit to help form people with the necessary criteria to act freely in life.
But pedagogy has the same limitation as parenting. An adult generation prepares the new generation for a changing world. This has been a problem in all times, but in times when social changes were slower, their impact was less felt. But nowadays changes are happening with unusual speed and it is inevitable that we teachers are lagging behind. The big question then arises: In what knowledge to prepare for a world in constant transformation...?
Undoubtedly, there are basic questions: every child must know how to read, write and apply the rules of mathematics. But in our time, in addition to this traditional knowledge, other knowledge has been incorporated that is also fundamental. Now the school must contribute more decisively to the emotional education of people, not only of children but also of their parents. Moreover, the complexity of social life makes it essential to teach values such as tolerance, respect, responsibility and acceptance of differences.
There are many things that the school cannot cover, so it is important to be clear about the priorities. The new pedagogy must cultivate in children the desire to investigate, stimulate curiosity and give them the tools so that they can advance by themselves in the broad paths of knowledge.
In a world of hyper-information, it is necessary to have some tools to differentiate the relevant from the unimportant, and the school can contribute a lot in this regard.
However, in spite of the passage of time and the vertiginous changes, there are questions that have been said since antiquity and that never go out of fashion. One of them is that pedagogy should aim at the formation of good people and free spirits, critical and capable of making their own decisions. The idea of freedom should be a cross-cutting component in all school curricula. The human being must always have the ability to take a stand in the face of the onslaught of power.
Thank you for your time.
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