Eran días de diversión; no teníamos preocupación alguna, solo disfrutar de las clases, los recreos y comer en la cantina. La secundaria era enorme, tanto que tarde dos días para conocerla, al ser tan grande muchos lugares se escapaban de la supervisión de los adultos. Yo era demasiado cobarde. Mis compañeros, por su parte, disfrutaban de los últimos salones y dejaban fluir sus hormonas a diario.

Yo era más comedido. Incluso, me costaba mucho establecer algún tipo de contacto con los chicos de mi edad. Los muchachos del salón me cuidaban y en cierta forma, me sentía como la mascota del último año; siempre más débil, más tímido, menos alegre, todo lo contrario a Steve. Steve era el sueño de cualquier chica en el colegio, era guapo, alto y estúpidamente sexy.

En ese entonces, no estaba claro de mi sexualidad. Me atrevería a decir que ninguno tenía claro su identidad sexual estando cerca de Steve, el cual había llegado a los 5 años a Venezuela, procedente de Suecia. Él era inalcanzable, no solo para mí, sino para mitad de la secundaria. Su novia era tan bonita, que le decían "la Barbie" y aunque todos parecían amarla, algo dentro de mí me hacía odiarla.

Ella era muy mona, trataba muy bien a todos, pero yo la sentía falsa. Steve, por su parte, era amable, pero no sentía condescendencia en su trato, nos trataba como iguales y no como si fuera de la realeza europea. Marionne, por su parte, había adoptado esa actitud a pesar de que ella era más de la realeza del Orinoco, que de la europea, pero todos la dejaban vivir su fantasía.

Aunque, para mí era como si cuando ella me hablaba, ella sintiera como si me estuviera haciendo un favor. Y yo, por supuesto, no la soportaba, aunque no tenía por qué decírselo. Siendo sinceros, nadie quiere tener como enemiga a la chica más popular del instituto. Menos yo, que pasaba desapercibido.

Steve, vivía en su mundo con grandes audífonos en sus oídos y una patineta, que llevaba a cada parte que iba. Vivíamos cerca, pero nunca habíamos cruzado palabra, era como si nuestros mundos no tuvieran ningún tipo de conexión, ¿además de que íbamos a hablar?, ni siquiera sabía si podía articular palabra si él dirigía su atención a mí. Yo vivía en un mundo diferente, me encantaba dibujar y tenía un catálogo completo de creaciones.

Steve era mi modelo favorito; dibujaba con tanta precisión su cara, que parecía como si mis dibujos cobrarán su mirada, su piel, su vida. Los trazos eran increíbles, tanto que me quedaba horas observándolos. Lo que no sabía era que aquellos dibujos me iban a acercar a él. Lo supe una tarde en la cual mi mejor amiga, Claudia, no había asistido a clases.

Aquella tarde, estaba solo. Así que cuando salí de clases, no dudé en salir del salón en cuanto hubo acabado la materia. Salí casi corriendo, huyendo, no sé por qué o de que, solamente sabía que debía llegar rápido a casa, y cuando por fin avisté la fachada de mi casa, escuche un grito y luego lo último que recuerdo fue haber caído como Condorito: de espaldas.

Mi primera reacción fue asegurarme de que mis dibujos estaban a salvo y de repente, lo vi, tirado justa a mi lado. Steve se erguía, preocupado por mí y yo no lo podía creer. El chico más guapo de la secundaria me había atropellado con su patineta. Logré salir rápido de mi trance y alcance a recoger algunos de mis dibujos, pero Steve, queriéndome ayudar, recogió, un ejemplar de un dibujo que había hecho de él y la pesadilla comenzó.

—Camilo, ¿Estás bien?, —me preguntó—venía distraído y no te he visto, estos de aquí… ¿Son tus dibujos?, lo siento, ¿no te has hecho daño?

—No, gracias. Puedes estar tranquilo, solo necesito guardar mis dibujos—dije intentando a apartar su mirada de mis creaciones.

—Si, claro, no sabía que sabías dibujar. Gracias por dibujarme, ha quedado precioso.

—¿Quién dice que eres tú?, —dije queriendo disimular—no, no eres el centro del universo Steve.

—Pero, es que el chico del dibujo está montado en una patineta y dice STEVE, si no soy yo, entonces, ¿quién más va a ser?

—Bueno, está bien. Te he dibujado, tú me has atropellado y yo te he dibujado, supongo que estamos a mano.

Un largo silencio se interpuso entre los dos, yo quería que me tragara la tierra con todos mis dibujos. Entonces, mientras esperaba lo peor, él comenzó a revisar su mochila y hasta ese punto, yo estaba expectante, pero no podía ni siquiera dar un paso, por miedo a sucumbir ante la ansiedad. Cuando quise darme cuenta, él había sacado un block de dibujos idéntico al mío, pero con calcomanías de patinetas.

Me sentía como en un relato surrealista de Wattpad; yo el chico desapercibido de la clase, viviendo mi fantasía con su crush y su auténtica colección de dibujos. ¡Steve dibujaba!, le brillaban los ojos mientras trataba de tranquilizarme y me mostraba sus propias creaciones, fue un momento idílico interrumpido por un grito, que me despertó de mi sueño. Marionne se acercaba hacia nosotros y él rápidamente escondió sus dibujos, ¿qué hacía yo envuelto en una situación como aquella?